Crónicas de veranos anteriores

Urbasa 2022

Ayer anoche, después de estos días de  intensos preparativos, estábamos  ya al borde del agotamiento, cuando Juan Bayón (Danzas de Paz Universal)  tomó la guitarra  y nos trajo al centro del círculo la promesa, el compromiso que  debíamos siempre marchar de la mano, que debíamos amarnos y levantar un mundo más fraterno. Bastaron cuatro acordes para rebrotar el Aroa Sagrado, para revivir en nuestros corazones el irrenunciable anhelo de vivir como hermanos.

«¡Sólo pido de ti que por siempre me recuerdes… amándote! ¡Iskhala mabu lilah…!»

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Es difícil concebir una genuina fraternidad que no ríe, canta y sonríe a la vida… Siempre agradecer a esa batidora que se detuvo,  que se rindió y declaró con su motor moribundo que no podía con el puré de patata. Siempre agradecer a esa pequeña máquina que nos permitió meter las cucharas de madera en la honda olla. Siempre agradecer a esos momentos de comunión culinaria, de humor con la menor excusa, de risas deshaciendo en este caso los tozudos trozos de  las patatas.

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Se llama Sara. Tiene 12 años, pero ya me ha retado al ajedrez. Ha  venido al campamento desde Sevilla con su madre. Hoy a la mañana, mientras cortábamos la 

verdura, nos cantaba   el “¡Dona  nobis pacem…!” que ha aprendido en la escuela. Al observarla   con una mirada  bañada de emoción, nos asaltó la certeza de que éstas  son las últimas  y crueles guerras, los postreros misiles que vuelan  sobre nuestras  cabezas, las últimas  llamadas a las  batallas que obligan a formar a los soldados. 

Mañana con la fresca, bien temprano, antes de la salida del sol,  gritarán  “¡Círculo!” e iremos todos/as. Nadie se quedará  ni en su tienda de «nylon», ni en su trinchera ensangrentada. Gritarán  “¡Círculo!” y todos/a iremos en pos de la masa y los ladrillos para construir un mundo de hermanos.

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“Picad por favor otro tomate, echad un puñado de grano más a la gran cazuela.  He  llegado a casa  y reverberaban los cantos en las paredes de mi alma y mis pies querían seguir  con la danza universal de la paz…  Un poco más de pan sano en la gran cesta de mimbre, otro jugoso melocotón  en la bandeja de la fruta, que quiero seguir construyendo ese otro mundo, volver a dormir junto a vosotros en el duro suelo; que quiero volver a descansar  en vuestra compañía bajo las estrellas…” 

Esa suerte de mensaje al que le hemos sumado licencia literaria   nos llegaba hoy a la mañana, nos han enviado estos  días. Nosotros felices de que el arroz desborde la cazuela y que  el claro del bosque abrace una comunión cada día más ancha. El Aro se engrosa y nosotros  dichosos de recibir a los compañeros,  a los hermanos y hermanas que retornan al campamento.

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… Ya son muchos, muchos veranos cargando con esa pena de la aparente separación, con esa ficción o maya de vivirnos separados al despedirnos; esa pena de cuando la campa se empieza  a vaciar de nylon y colores, de cuando el puchero se empieza a achicar y el círculo a mermar…. Esa aflicción del Agosto ya maduro, de cuando los motores se empiezan a encender  y los hermanos marchar… nos resulta ya familiar. Sobreviviremos a ella.

Urbasa 2015

El cansancio nubla aún el recuerdo. ¿Reencontraremos mañana el brillo de todos esos ojos? ¿Se abrirá un poco más el baúl de la torpe memoria? Tratamos de sacar de su fondo el rostro de cada una de las más de 160 personas que pasasteis por el campamento a lo largo de sus 21 días y noches. Tratamos de detener el instante en que nos reencontramos con cada uno de vosotros/as, compañeros/as de fogata, de excursión, de círculo…, sobre todo de Sendero. Tratamos de añadirles vuestra sonrisa, vuestra cara de esplendor, vuestra faz de alma… Sí, debisteis sacar el alma a pasear, sino cómo se entiende esos cantos que no callaban, esa danza que no se detenía, esos pasos que bordearon tantos riscos. Sino cómo se entiende esa suerte de abrazos que no soltaban, esa profunda hermandad, esa sólida comunión. Si no cómo caía la noche y roncábamos juntos bajo la misma tela en el puro corazón del bosque. Si no cómo se contempla tanta mejilla mojada cada vez que se encendía el motor de un coche rumbo al origen… Quizás algo de la tierra pura, de la tierra, elevada, del Reino de paz en torno a ese círculo de piedras del que aún no logramos separarnos.

¿Cómo devolver todo lo entregado en medio del círculo, junto a los pucheros, en las actividades, en el quehacer diario? No sé si estuvimos a la altura de todo lo recibido. No sabemos cómo podremos devolver ese alarde simpatía, de cordialidad, esa actitud de colaboración constante por parte de todos vosotros, facilitadores y participantes. Nos sentimos en deuda con cada uno de vuestros gestos, de vuestros brillos y perennes sonrisas. El Cielo se apiade de nuestro inmenso débito. Caminamos ahora los mismos altos prados y bosques, pero a nuestros pasos no les lastra la nostalgia. Ya oímos el eco de los cantos venideros, el susurro de los círculos cada vez más anchos del mañana que ya está llegando…

Un abrazo de corazón de la parte de todo el equipo. Estamos felices de haber participado junto a cada uno de vosotros/as de tan especiales días. Podamos unidos seguir fortaleciendo la llama de la hermandad sobre esta tierra bendita. 

Equipo Aroa
«Campamento de conciencia y crecimiento»
Camping de Artaza ( Navarra). 1-22 de Agosto
www.pirinea.org

Peregrinea 2014

Nuestro descanso lo acuna las olas de un mar bravo. Dios hizo las playas para el séptimo día. No podía haber ideado mejor espacio para el descanso. Así que se puso, con la  ayuda de las olas, a moler  millones y millones de moluscos muertos y  otros caparazones. Y nuestras columnas encontraron acomodo y nuestros cuerpos el mejor reposo.

Todo ha terminado con bien. Después de despedir a nuestros compañeros de tantas y tan felices fatigas, el vehículo tomo solo el rumbo de la playa. Los cuerpos buscaban la fina arena donde tumbarse y estirarse, tras veintidós días de muy intenso trabajo. Frente al mar infinito, infinito agradecimiento, pues todo ha transcurrido en profunda paz, en genuina  alegría  y fraternidad, sin  ningún tipo de percance. Inmenso agradecimiento por las relaciones trabadas, por el aprendizaje que juntos hayamos podido alcanzar. 

Esta noche no contamos cuántos  estamos para  cenar. Nuestra compra cabe en una  sencilla  cesta, no hay necesidad de  grandes  carros para moverla. Cocinamos en un cazuela cuyo tamaño semeja  ridículo… Ojalá los otros pucheros  más  grandes fortalecieran los cuerpos de los caminantes. Ojalá los silencios, cantos y oraciones, en general la vida peregrina y compartida, imprimiera también  renovada  fuerza a sus espíritus.

Pisamos fuerte en el arena de la orilla, pues profunda  es también nuestra oración andante, sentida nuestra plegaria de incontenido agradecimiento.

De pucheros y tormentas. Pirinea 2013

A menudo sopla el hermano viento y el fuego se apaga y el gas permanece durante tiempo fugándose. A veces hay no hay otra solución que la llama a tope y entonces asoma el riesgo de que la comida se queme. Aún con todas las  dificultades, invertimos todo el cariño en la tarea culinaria. Andamos ahí manejándonos entre los dos extremos. A veces el hermano sol calienta de tal forma, que ni la llama se ve y hay que adivinar la fuerza del fuego mirando desde arriba el hervor del puchero. La cocina en el campamento es un constante juego entre las polaridades, un intento de hallar ese punto de medio para la coción sosegada y completa.  

Los manuales y recetarios al uso no nos los podemos llevar al campamento. Hay que apurar el olfato, la vista, el gusto, el tacto. Hay que estar ahí y olvidarnos del cronómetro, el vaso de las medidas, el peso…; hacernos uno con el alimento, meternos en la cazuela y adivinar lo que se cuece dentro. Hay que estar absolutamente presentes, por entero ahí, fundiéndonos nosotros también en esa singular alquimia. Amamos el arte culinario también en esas situaciones poco cómodas, aunque azote el viento, aunque sea con limitados ingredientes y escasos medios. Queremos estar ahí con el mandil en ristre, aunque las afiladas hojas hieran a veces los dedos y nos quememos nosotros y la comida también se queme y los riñones se resientan de tanto agacharnos… Amamos esa oculta ciencia de hallar el punto exacto que deleite los paladares del grupo que regresa de las cimas. En mitad del barullo, de la motosierra del camping que ruge todas la mañanas…, habremos de lograr la concentración necesaria para dar con ese punto de equilibrio de calor, de tiempos, de cantidades, de aderezos… 

El preparado de los cereales representa toda una prueba de fe. Ningún manual nos puede decir en qué momento apagar la olla gigante, ningún recetario nos soplará el calor que va a mantener ese puchero una vez sacado del fuego. Es algo así como la vida. Puedes jugar a seguro, apagar el gas cuando el cereal ya está hecho, pero al rato éste estará ya pasado. ¿Cómo calcular el momento de hacer callar al hermano fuego de forma que el grano se haga y a la vez permanezca suelto?

Disfrutamos entre los pucheros. No sé qué haremos cuando volvamos a una cocina que no se apaga con el viento y coloquemos un minúsculo puchero en una encimera con fuego, sin necesidad de desriñonarnos. Disfrutamos entre el sonido del metal de esas ollas que se abren y se cierran, disfrutamos teniendo en el suelo diferentes pucheros a la vez, adivinando lo que cada uno necesita en cada momento. He ahí un buen gimnasio de “Mindfulness” (Plena conciencia) en el que la más mínima distracción puede salir cara.

María trae de los prados cercanos de buena mañana las hierbas para el aderezo de los potajes y cereales. Algún día nos será revelada esa superior alquimia de las plantas y las especies… Por ahora sigue funcionando con toda armonía esa otra alquimia de los corazones, quizás la más importante, con su fuego de altar y su pausada coción, con su aderezo de cantos y oraciones, de danzas, silencios colectivos y abrazos… Las tormentas paradójicamente también ayudan a amalgamar el grupo.

Los más fuertes aguaceros de todo el verano se han desatado encima y no han logrado ahuyentar al medio centenar de personas que constituimos la familia de Pirinea. En el valle contiguo de Belabarce, dos campamentos de jóvenes han sido evacuados y todos sus componentes alojados en el polideportivo de Isaba. En la noche de diluvio en cuestión, encendimos una vela en la carpa y nos arrejuntamos todos en un círculo. Escogimos para ello el único perímetro no encharcado. En mitad del círculo tendimos unas esterillas en las que se tumbaron los niños. Los cielos tronaban y nosotros cantábamos sin parar suaves melodías. Afirmábamos de esa forma que todo estaba bien, que nos encontrábamos en buenas manos, que ningún temor nos atenazaba.

La tierra ya no podía tragar más agua y los charcos iban creciendo dentro y fuera de la gran carpa, pero los espíritus estaban tranquilos y la fraternidad se fortalecía. La tienda grande de los niños naufragó, se hundió con el peso del agua. Hubo reacomodos en las tiendas para acoger a los más “damnificados”. Hay quienes, con los sacos ya empapados, optaron por el albergue. 

Los cantos ininterrumpidos durante la noche debieron contribuir a que el sol se alzara al amanecer. En esa mañana todo el campamento era un inmenso tenderete. Cantidad de ropa, sábanas y sacos colgaban de las cuerdas. Preocupados por las noticias alarmantes llamaban familiares y amigos. Ellos no sabían que el sol se alzaba ya sobre la montaña, sobre la cima también de nuestros corazones. 

Son apuntes sueltos, letras a la carrera, entre puchero y puchero; letras aceleradas para intentar compartiros algo de esa magia de las almas que día a día va creciendo en medio de esta aldea de paz y crecimiento, de este campamento al abrigo de los orgullosos Pirineos…

“Más allá del sol…” Pirinea 2013

Nadie osaba romper el aro. Seguíamos meciéndonos en un instante sin tiempo, en un sagrado candor fraterno, casi olvidado que inconscientemente explorábamos y anhelábamos recuperar. Sí, revivir el momento en que fuimos como hermanos. «Más allá del sol, más allá del sol, yo tengo un hogar, hogar bello hogar…» cantábamos una y otra vez sin cansarnos… Más nos estrechábamos en el círculo más cercanos nos sentíamos de ese añorado Hogar. Ocurrió así en repetidas veces de forma espontánea a lo largo del campamento. “Algo” nos mantenía enlazados por los brazos cuando los cantos se extinguían y nos invadía tan cálido silencio. Nos balanceábamos de un lado a otro y nadie osaba romper esa magia de los cuerpos y las almas enlazadas. 

Nadie lograba separarse, ni quebrar el silencio. ¿Qué es lo que perpetuaba esos seres tan unidos pese a la nota final? ¿Qué es lo nos impedía deshacer el círculo? ¿Tiene ello que ver con el llamado de Thich Nhat Hanh al fomento de la comunidad o la shanga? Seguramente esa irrefrenable y sana nostalgia del “Uno” que allí nos asaltaba, es la misma conciencia del «interser» de la que nos habla el reconocido maestro vietnamita.

Hemos pasado unos días entrañables, de profunda comunión en grupo y con la naturaleza. La gente ha dejado Pirinea feliz (reportaje gráfico ya en www.pirinea.org). Su felicidad es la nuestra, su gozo nos da fuerza para seguir con la iniciativa, aún si cabe con más esfuerzo y entusiasmo. También es verdad que a menudo, en medio del intenso trabajo de estos días, se dibujaba en la mente un buen libro y un río. Ese regalo ha por fin llegado, siquiera breve.

Saboreo los libros de Thay, de este gran maestro, que recién he descubierto. Medito sobre su profundo y liberador contenido. Se me hace difícil extraer, para compartir, alguna de sus frases, pues todas sus lecturas me llegan bien adentro. Reflexiono sobre cuanto menta a propósito de la Shanga (comunidad). Al eco de los cantos grupales de todos estos días en la montaña, se suman ahora estas lecturas en torno a la necesidad de crear y fomentar comunidad. Yo no sé en qué idioma cantaremos, pero habremos de cantar unidos… No sé cómo lo haremos, pero habremos de respirar, sembrar, trabajar, festejar, sudar, volar…, de día en día más compenetrados. La idea de la comunidad va adquiriendo más y más fuerza en nuestros corazones. Por eso en breve, si Dios quiere, pondremos rumbo a la cita de tantos soñadores, de tantos y tantas hacedores comunitarios de la península que nos reuniremos en el marco del Encuentro Ibérico de Ecoaldeas (Toda la info en http://rie.ecovillage.org/)

No es que mañana calcemos hábito y oremos en vietnamita, que vayamos a raparnos el pelo y encerrarnos en un monasterio…, pero iremos convergiendo en función de nuestras afinidades culturales, espirituales…, pues es el tiempo de las alianzas y del juntos intentarlo. Agradezco profundamente a Thay por presentarnos un testimonio de comunidad que raya tan alto, una Shanga tan pura y tan bien orientada. Su elevado ejemplo no se manifieste en balde. 

Creo que delante de él, en los días que hemos pasado en Plum Village antes de Pirinea, no tomamos auténtica cuenta de quién era, de la talla del ser que teníamos con nosotros. Ahora avanzando por sus libros cargados de ancha y muy práctica sabiduría, su figura adquiere, si cabe, un relieve mayor. Trato de impregnarme de su profunda mensaje tan directo y actual, al tiempo que reparo en la suerte de haberle conocido en vida. 

Este anciano en plenitud de sus facultades nos ha proporcionado unas claves muy valiosas para el devenir cotidiano. Sólo podemos agradecer a los grandes seres, que como Thay, tanto piden de nosotros y de nuestra entrega a la plena conciencia. De nada nos sirven las espiritualidades “a la carta”, los caminos cómodos y fáciles en los que el «ego» rueda a sus anchas. Cada quien en un momento de su vida ha de responder a la vital disyuntiva de seguir rodando o asumir la pendiente… Gracias al Cielo, ahora menos que nunca, al enfrentar la ascensión no estamos solos. Nunca hemos estado tan acompañados. Por eso al hacernos la Montaña, queremos sentir cercana esa voz del hermano, del compañero o la compañera, que con fe e indisimulado gozo entona aquello de…: «Más allá del sol, más allá del sol, yo tengo un hogar, hogar bello hogar…»

Pirinea 2012

La fraternidad no es sólo un sueño de místicos, para eso están las lonas, los toldos, las anchas tiendas… Para intentarla montamos allí arriba, en Asolaze, campamento de montaña. Nos dieron un valle lejano, un prado con escasa sombra, unos caños de agua… para ensayarla. Nos dieron veinte días para anclar aquellos sueños. No sabemos si lo logramos, pero las estrellas brillaron casi todas las noches y el río no callaba y nuestro canto era con él y nuestro asombro con ellas. No sabemos si lo logramos, pero aquella paz, aquella armonía grupal permanece en nuestros corazones. Suena aún la guitarra y las sonrisas. Alguien sigue gritando “¡círculooo…!”, cada mañana en nuestros adentros, como un llamado que no cede, como un desafío que aún nos emplaza… Con los nuevos calores volveremos a intentarlo. El valle se aleja, la campa ya está vacía, pero queda el recuerdo, el eco en el bosque, la huella en nuestra memoria. 

No sabemos si alcanzamos esa fraternidad de altura. Quizás algo de ella acariciamos pues cantamos mucho, reímos otro tanto. Y en los círculos se abrieron los corazones y en las veladas un crear adormecido. Nos sinceramos y comprendimos un poco más, mujeres y hombres, adultos y jóvenes… La fuerza de la montaña, la fuerza del grupo, la sobredosis de grano y legumbre…, no sabemos lo qué fue, el caso es que nadie quería marchar, el caso es que quienes se iban, aparecían de nuevo un amanecer apretando sus manos en el círculo… No sabemos lo que fue, el caso es que se tejieron lazos y queremos seguir caminando juntos/as hasta ese Campamento que nunca se acaba, hasta esos toldos que nunca se arrían, hasta esa Hermandad que nunca caduca… 

No sabemos lo que fue, el caso es que dolía dentro cada compañero/a que anunciaba en el círculo de la noche su partida. Lo de Allí Arriba, quizás sea algo de eso, de esos círculos que nunca se cierran, de un compartir que nunca cede. Lo de Allí Arriba, quizás sea algo de eso con un sol menos implacable, con unas fuentes que nunca se secan, con unas cumbres que no derrotan… 

Quizás Allí Arriba también toquen caracola a las 6’30 de la mañana y tiriten en la oración matutina… Quizás también Arriba duermen en círculo bajo las estrellas mientras que alguien cuenta un cuento hasta desaparecer las estrellas y acercarse el alba. Quizás quieran fichar a Kepa- Puri para que les lleven sin despiste alguno a sus soberbias alturas…, a la Trini para que les enseñe incansables concheras, a la Selene, a la Victoria, a la Carmen… para que nunca calle la danza. Quizás tengan que subir Guan y María para sembrarles laberintos de piedras y piñas de colores, quizás Iris, María de Palma y su banda de pequeños clowns, si escasean narices rojas… 

En la hora de la siesta, Sebas rasga una guitarra rodeado de pequeños, invoca a Alguien que “ha venido a la Orilla” y que quiere Le sigamos… ¿Será Él mismo que nos arrejuntaba en los interminables abrazos colectivos de la mañana, Él/La que mantuvo encendida esa llama de fraterno amor entre las más de ciento treinta personas que acudieron a Pirinea…? Volveremos, si Dios quiere, a Belagua el próximo verano. Ir preparando los labios para los nuevos cantos, las piernas para las nuevas alturas, los cuentos para las nuevas veladas bajo las estrellas… La cita también en Asolaze en Agosto del próximo año, el Cielo siempre por delante.